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lunes, 8 de septiembre de 2008

Relatos Eróticos: La enfermera me cura ...

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Este relato me sucedió hace unos cuantos de años, una vez que me hospitalizaron porque tuve un ataque de albúminas, permanecí allí un par de semanas, las cuales se me hicieron muy pesadas y largas. Estaba en un Hospital privado, y en la habitación había únicamente una cama, pues eran individuales, solía tener un familiar a mi lado para que me asistiera por si necesitaba algo. A los pocos días ya conocía a todo el personal, tanto a sanitarias como celadores, y fui cogiendo confianza con ellos, aunque con una enfermera más que con ninguna, solíamos flirtear, y cuando estaba su turno era el mejor para mí.

Ya a finales de mi estancia en el Hospital, una noche me quedé solo, pues nadie se pudo quedar conmigo, me puse a leer una revista que había por allí, y más que nada me recreaba en ver los anuncios de ropa interior y cosas similares, pues llevaba ya muchos días encerrado allí, incluso aprovechando que nadie estaba me empecé a acariciar el pene, busqué algunas fotos donde salieran chicas en traje de baño o que enseñaran su cuerpo con ropa ajustada y una vez encontradas me empecé a masturbar debajo de las sábanas.

En esas estaba cuando repentinamente llegó una enfermera, era Manuela, con la que solía flirtear, tenía sobre unos veinticinco años, morena, delgada, estatura media, cuerpo normal, sin destacarle nada en especial. Me encontró en plena masturbación, me cogió por sorpresa, intenté ocultar lo que hacía y las revistas, pero al estar boca arriba, la bata y la sabana no tapaban mi excitada verga, me moría de vergüenza.

Ella al verme sonrió, se acercó a darme una medicina, y me preguntó si me sentía bien, moví la cabeza en forma afirmativa, me preguntó si estaba solo, y le dije que nadie se quedó hoy, Manuela me dijo que me iba a poner una inyección, me puse de lado sobre la cama, ella desabrochó la bata por detrás completamente, dejando esa parte desnuda, yo seguía con mi polla empalmada.

Manuela tomó un algodón sin alcohol y lo pasó por mis nalgas, normalmente eso se hace en segundos, pero en esta ocasión tardó mucho más de lo normal, pasaba el algodón por mis nalgas, por el centro de mis nalgas, rozando mis testículos. Tras esto, soltó el algodón y empezó a acariciarme los testículos descaradamente y con la otra mano acariciaba mi culo y mis nalgas, a la vez que me decía que tenía un problema, y que me lo iba a resolver ella, yo me quedé inmóvil, no sabía que hacer y me dejé hacer. Manuela siguió masajeando mis testículos y mi culo un buen rato, yo estaba excitadísimo, incluso a punto de reventar y soltar mi leche.
Pasado un tiempo, ella me ordenó que me diese la vuelta, y la mirase a ella, lo hice rápidamente, levantó mi bata, y tomó mi verga con la mano, inmediatamente se puso a lamerla con la lengua, para finalmente unos segundos después metérsela totalmente en su boca, le llenaba su boca de mi miembro. Era una experta mamadora, lo hacía muy bien, succionaba mi polla con mucho ritmo, se veía que disfrutaba con aquello.

Minutos después, Manuela me pidió que apagara la luz, lo hice, no se veía nada, ella se apartó de mí, la podía oír bajarse las bragas, para posteriormente subirse en la cama, se sentó encima de mí, como si estuviera montando un caballo, se introdujo mi verga en su coñito, toda por dentro estaba húmeda, tenía la vagina muy lubricada, pude tocarla y aun llevaba por completo el uniforme, sólo se había quitado las bragas, la falda aun la mantenía. Mi verga se perdía en su coñito en cada salto, ella gemía de placer, yo también, estaba penetrándola, cada vez lo hacía más rápido, ella sabía que no tenía mucho tiempo, pues tenía que irse a otras habitaciones, así que lo hacía muy velozmente, deseosa de que termináramos rápido, no aguanté mucho más, y a los pocos minutos de estarla penetrando eyaculé gran cantidad de semen, todo mi cuerpo se convulsionó, di incluso algún que otro grito de placer, Manuela se reía, se acercaba a mí, me abrazaba, mientras seguía cabalgando, me empezó a besar en la boca, metiendo su lengua y buscando la mía, ella seguía encima, con un ritmo infernal, hasta que instantes después tuvo un gran sonoro orgasmo, respiraba rápida y ruidosamente.

Permanecimos un rato en esa postura, abrazados, dándonos caricias, hasta que ella me dijo que se tenía que ir a visitar otras habitaciones, y cuando terminase eso, debía ir a urgencias a buscar las píldoras anticonceptivas para tomárselas, eso me dejó petrificado, aunque se veía que para ella lo de la píldora no era ninguna novedad.

Cuando terminó de arreglarse, me dio un pequeño beso en la frente y me ordenó que me durmiera, eso hice. Estuve unos cuantos de días más, pero no la vi más a ella, tendría días de descanso.

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