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lunes, 29 de septiembre de 2008

Relatos Eróticos: Curar la frigidez

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Parecía muy nerviosa y un tanto temerosa. La alta, guapa y elegante morena clara de ojos verdes y cuerpo tentador entró en la oficina con el andar decidido de una mujer que tiene tomada una determinación y está dispuesta a ponerla en práctica. Se detuvo ante el escritorio y miró al profesional que ya la esperaba.
-Espero haber llegado a tiempo doctor, tengo la mala costumbre de atrasarme siempre, pero creo que hoy he llegado por primera vez en mi vida puntual a una cita... -Dijo ella tratando de sonreír.
Sus manos blancas y finas, perfectamente cuidadas, temblaron un poco cuando prendió un cigarrillo insertándolo en una boquilla de plata. Miró alrededor y viendo la cómoda silla de cuero negro frente al escritorio se dejó caer con un largo suspiro de satisfacción.

-Mmm... la comodidad es la primera cura para los nervios... y las fantasías sexuales... ¿No es así doctor?
-Creo que sí pero...

El hombre tras del imponente escritorio de finas maderas se llevó una mano a la corbata arreglando una imaginaria arruga en el nudo y trató de devolver la sonrisa.

-Vengo por recomendación de María Elena Castillo. Ella me dijo que usted era maravilloso en su profesión... -Continuó la hermosa mujer.
-Bueno no recuerdo a la cliente que menciona pero...
-Dirá usted la paciente, doctor...
Se detuvo ella de pronto mirando alrededor. Sus ojos verdes y un poco rasgados se iluminaron al ver el sofá suntuoso, profundo y acogedor en una esquina de la oficina.
-Es allí... ¿Verdad doctor?
-¿Allí?
-Donde debemos comenzar el tratamiento, claro está... replicó ella.

El hombre hizo un vago gesto con la mano y ella, incorporándose, se dirigió al sofá pasando los dedos por la superficie.

-Huuummm... suave... delicioso... me reconforta y me tranquiliza el saber que mi amiga María Elena ya fue su paciente y que estuvo precisamente en este mismo sofá... en cierta forma me brinda la confianza que necesito aunque... después de todo usted es un profesional, pero no deja de ser un hombre... ¿Verdad doctor?

El hombre tras del escritorio volvió a hacer un vago gesto, que podía significar cualquier cosa, con sus manos.

-Pero también me parece que estamos perdiendo el tiempo... ¿No cree que debemos de empezar de inmediato? Usted sabe, doctor... al mal paso darle prisa...

El hombre, tras del escritorio, abrió la boca con un gesto de asombro. Movió los labios como para decir algo, pero no lo dijo porque lo que comenzó a hacer ella lo dejó sin habla. Mientras tanto la espléndida belleza de la estupenda morena clara comenzaba a quedar al descubierto a medida que ella se iba desnudando.

La blusa de seda azul marino, la falda blanca con ribetes azules haciendo juego. Por un momento quedó semidesnuda, sus perfectas curvas resaltadas en sexual contraste por el brasier y la pantaleta negra de encajes que apenas podían contener su belleza, los ligeros rojos y las medias transparentes haciendo juego.

Tras de aquel momento de vacilación, la morena llevó sus manos a la espalda y soltó el broche dejando que el sostén cayera a sus pies. Sus senos largos, grandes y separados se irguieron desnudos, los pezones redondos y de aureolas rosadas se movieron ligeramente creciendo y dilatándose con la brisa del aire acondicionado.

-Bien doctor... ¿Todo? - preguntó ella.

El hombre volvió a mover las manos que esta vez temblaban notablemente, la mujer suspiró, después, al inclinarse para deslizar la pantaleta y las medias bajo piernas, sus senos quedaron colgando, balanceándose como campanas cremosas cruzadas por venitas azules.

-¡madre mía! Suspiró el hombre.
-¿decía algo doctor?
-no... nada... no decía nada...

La respiración del hombre se hizo fuerte y jadeante. Pequeñas gotas de sudor aparecieron en su frente mientras que la mujer se erguía ahora completamente desnuda; lo único que cubría una mínima parte del arrebatador cuerpo eran las finas zapatillas blancas de tacón alto. El triángulo espeso, oscuro y abundante de su pubis se dilataba perdiéndose en una difusa línea hasta llegar casi al ombligo. El Hombre contempló aquel peludo triángulo tentador y sus labios se movieron pronunciando palabras que sólo él podía escuchar.

-Ya, ya estoy lista. Doctor... -Exclamó ella acostándose en el sofá.
-Pero.. ¿Qué desea de mi señora?

La mujer, que comenzaba a encender un nuevo cigarrillo, se detuvo contemplándole con cierta curiosidad.

-Pero, doctor... usted debe de imaginárselo, lo mismo que le hizo a mi amiga...
-¿Lo mismo? No, no recuerdo...
-Si, doctor, lo mismo... un sexo análisis, una terapia sexual como la que le hizo a María Elena para curarla de su frigidez, que, por cierto, ya está curada... me dijo por teléfono que ya puede mamarle aquello... bueno... el pene a su marido sin que le den náuseas.
-El hombre asintió.
-OH, ya entiendo...

El profesional se incorporó dirigiéndose hacia la silla situada junto al sofá y quedó sentado muy cerca del magnífico cuerpo desnudo. Sus ojos brillaban contemplando las tetas que se alzaban como montañas de crema coronadas con las gordas cerezas rojas de los pezones.

-¿Que espera, doctor? Entienda que a mí me da pena todo esto... me da pena pedírselo...
-¿Pedírmelo?
-Vamos, doctor... María Elena me contó que su técnica para curar cierta clase de trastornos sexuales es distinta a toda, que usted hace muy bien... digamos... que hace gozar a la mujer para que descubra las bondades del sexo...
-¿Y después?
-OH, doctor... me da pena...
-Dígamelo, señora, por favor.
-Pues... pienso que usted, este... probablemente podrá hacer que yo pueda obtener un orgasmo... tal vez con su tratamiento hará que se me pase la frigidez y entonces yo también podré cambiar y seré capaz de hacer el amor y venirme cuando esté con mi marido.
-¿Y ahora no puede hacerlo?
-Por supuesto que no, doctor, de otra forma no estaría aquí...

El hombre hizo un movimiento asintiendo con parsimonia, como si al fin entendiera el motivo de la visitante. Entonces supo lo que tenia que hacer... lo que necesitaba hacer, pues su excitación había llegado al punto máximo mirando el cuerpo desnudo de la estupenda y seductora hembra e imaginándose lo que seguiría para la sesión de la que le hablaba ella.

Después de sonreírle a la mujer para inspirarle confianza, comenzó a desnudarse. Cuando
terminó de hacerlo, mostró una tremenda estaca, una pinga erecta y chorreante que apuntaba directamente hacia el rostro de la hermosa hembra. Esta, por su parte, abrió a todo lo que daban sus bellos ojos y sus grandes senos comenzaron a moverse temblorosos.

-Doctor... es... ¡maravillosa!
-¿Quiere tocarla? ¿Le gustaría sentirla entre sus manos?
-OH, no sé... me da pena...
-Vamos... tóquela... con confianza que se la estoy ofreciendo con mucho gusto...

La mujer se acerco y, tomó tímidamente el pene, cerró sus dedos alrededor del fibroso tronco y comenzó a resbalar la piel de arriba hacia abajo como si la estuviera pelando. La cabeza colorada y esponjosa se dilataba y las gotas de líquidos lechosos goteaban de la misma rodando hasta los testículos.

-Vamos, anímese, ya vio que no muerde... pruébela señora...
-¡Doctor!
-Vamos, pruébela... no se quede con las ganas... le insistió el hombre.

La mujer aumentó la frotación sobre el largo y grueso miembro viril erecto a más no poder mientras que el hombre se acercaba más a ella, blandiendo el pene con una mano ante la mirada antojadiza de la mujer y cuando se la colocó a unos centímetros de su sorprendido rostro, se la paseó por las mejillas y la barbilla, dibujándole con la cabeza el sensual contorno de los labios color carmesí y terminó meciéndole el amoratado glande en los labios. La azorada hembra abrió la boca y la roja punta achatada desapareció en ella.

-Bien señora, ahora chupe como si fuera un rico caramelo...

La mujer mamaba y chupaba con verdadero entusiasmo. Sus mejillas se hundían por efecto de la enérgica succión y su cabeza, con el cabello revuelto por la emoción subía y bajaba, como un pistón engrasado, sobre la barra.

-Así... oh... así...
-Oooh, que bien... aaah, que rico chupa, señora... va usted muy bien, lo esta haciendo de maravilla...

La mujer tragaba más y más, a cada movimiento de su cabeza y sus labios, y cada vez que lo hacia una nueva porción de carne invadía su boca. Hasta que, llegó la tranca a la mitad, y ya no pudo avanzar más, el resto lo acariciaba con sus dedos. Más y más rápido hasta que el hombre contrayendo sus músculos dejó que la leche escapara en un orgasmo enorme y explosivo.
La hembra, tomada de sorpresa, abrió mucho los ojos, pero nada podía hacer sino tragar y tragar. Y así todo, gordas gotas de espeso semen escapaban por las comisuras de sus labios cayéndole en los pechos, sobre los pezones y rodando entre los testículos del hombre. Este siguió moviéndose, una expresión de absoluta felicidad en su rostro, los ojos cerrados mientras que sus manos apretaban y estrujaban los ricos pechos de la hembra. Siguió de esta forma hasta que la última gota pasó por la garganta y entonces la extrajo produciendo un sonido gorgoteante.

Ella estaba enrojecida de emoción, jadeante. Asombrada de ver que el gigantesco pene seguía erecto, chorreando saliva y leche. El hombre se inclinó buscando sus pezones y ella comenzó a gritar de emoción cuando la lengua se enrolló en las gordas frutitas erectas.

El hombre cayó de rodillas junto a ella acariciando el terso vientre, recorriéndolo en masajes circulares hasta que sus dedos se enredaron en el vello rizado que se alzaba del pubis como una selva misteriosa.

-Doctor... Por favor... más abajo... doctor... - jadeaba insistente la hembra mientras que su cuerpo desnudo se movía rítmicamente al compás del masaje.

Y mientras que el hombre seguía acariciando los vellos a la vez que le chupaba las tetas alzadas, ella se abrió por completo de piernas ofreciéndole la raja caliente, húmeda de líquido lubricante y de labios protuberantes.

El hombre enterró dos dedos en el interior de ella. La mujer dando un grito de satisfacción cerró los músculos sobre la mano.

-Oooh, que bien se siente su mano allí. No la quite, déjela... por lo que más quiera... oooh, qué gusto me esta dando... sígamelo haciendo, por favor... - gemía la mujer suplicante con los ojos desorbitados.
-¿Sabe qué? Mejor hágamela usted a mí, señora... - susurró el hombre colocando su cuerpo de lado de forma que ella, simplemente alargando la mano, comenzaba a masturbarlo rápidamente.
-No puedo más, doctor... si usted no me mete esta ricura me voy a volver loca... mire nada más cómo me tiene... echando jugos como un volcán... - gimió ella.

Vamos a ver si es cierto... hay que comprobarlo... - contestó el hombre.

El se inclino hacia el magnífico vientre plano, aspiró profundamente el lujurioso aroma que emanaba del sexo, separó con los dedos la masa lujuriosa de vello negro poniendo al descubierto la sonrosada intimidad y su lengua comenzó a recorrer con avidez los labios vaginales de abajo hacia arriba hasta llegar al comprimido capuchón que resguardaba el clítoris.

-Oooh, madre mía... ¡qué sabroso!- gritó la hembra elevando el vientre y restregándolo contra el rostro del mamador.

El hombre mordisqueaba con delicadeza el pequeño botoncito eréctil y usaba la lengua como una cuchara sorbiendo los jugos que manaban de la perfumada gruta, penetraba en ella y revolvía su apéndice bucal entre las paredes íntimas, lo cual arrancaba nuevos espasmos a la mujer sometida a sus caricias.

-Doctor, doctor... oooh... nunca había sentido esto... Nunca me había puesto así... oooh... esto es sencillamente sensacional... - susurraba la mujer aferrada a la cabeza del hombre, la que solo soltaba para tomar de nuevo el pene y darle otros nuevos masajes.

Por un largo rato se entretuvieron en la doble caricia que era algo así como un sesenta y nueve de medio lado, ella le acariciaba el rebosante palo y también los testículos que apretaba dulcemente. Y él por su parte, seguía enterrándole un dedo que después se convirtió en un manojo de tres dedos en al abierta rajadura que parecía humear y bullir como horno a toda capacidad de temperatura. El hombre alternaba la masturbación que le hacía a la hembra con tremendas mamamas, de las que emergía con el rostro empapado de sus jugos y pasándose la lengua por los labios.

-No puedo más... esto es demasiado... lo que necesito ahora es una buena pinga... una barra larga y gorda como la suya que me entre hasta el fondo, que me desgarre por dentro y me haga gozar... ¡métame ya su pinga, por favor... métamela ya de una buena vez!- exigía impaciente la hermosa dama.

Mientras que ella gritaba, su cuerpo espléndido se contorsionaba en los más contrastantes espasmos, se movía de un lado al otro y trataba de girar sobre sí misma. En una de estas el hombre le permitió que lo hiciera y cuando la tuvo con las nalgas para arriba, proyectadas como dos hermosa pelototas repletas de carne, se lanzó al ataque de las mismas con todo ardor.

-Póngase en cuatro patas, por favor, señora...
-¿En cuatro? ¿Para qué?
-¿No quiere que se la meta hasta las bolas?
- Pues eso es lo que voy a hacerle en cuanto la tenga en posición... -respondió él.

Ella dio un suspiro de aprobación y sepultó su rostro entre las manos, sus senos aplastándose contra el sofá, enterrándose en el cuero negro y formando un erótico contraste con el material oscuro y sus pechos blancos como la leche.

El hombre se arrodilló tras de ella y tomándose el extendido pene comenzó a frotarlo por sobre las nalgas, dejándole la viscosidad de sus abundantes gotitas de leche prendidas a las impresionantes colinas redondas y en la hendidura redonda que las separaba. Tanto se estaba viniendo, que los jugos le corrían por el interior de los muslos empapándole la ensortijada mata de vello púbico a la hembra.

-Su pinga me está quemando, doctor... acabe de metérmela ya que estoy que ni yo misma me aguanto, mire cómo tengo mi cosa... ábrame los labios vaginales y mire adentro... vea que estoy ardiendo y si sigo así voy a estar echando humo al rato... hágamelo ya...

El hombre, tomándose su tiempo, abrió los labios sexuales con los dedos de la mano que le quedaba libre admirándose de la humedad que bañaba el interior de la fruta sexual, mientras que con la otra dirigía su tremendo instrumento hasta la entrada del sexo que temblaba de emoción anticipada.

-Métamela poco a poco que quiero darme el gusto de sentir como me va entrando... por favor sea considerado, despacio, que soy muy estrecha y no estoy acostumbrada a una tranca de ese tamaño y puede dolerme más de la cuenta...
-Sí señora, como guste... pero antes déjeme frotársela un poco así para que vaya sintiendo lo que le va entrar... ¿ya esta sintiendo?
-OH, sí... qué rico... usted sí sabe doctor...

El hombre dejó de pasear el tolete por entre las carnosas nalgas, tomó puntería y lentamente comenzó a apretar la barra como si la estuviera exprimiendo de la cabeza esponjosa para que fuera penetrando en la estrecha rajadita.

La mujer dio un grito de emoción y su cuerpo pareció perder la fuerza, teniendo que ser sostenida por el vientre para que no cayera desmadejada.

-Se me afloja todo, doctor... la cabeza de su pinga me está entrando y me está mareando... oooh...

El hombre entendió la intensidad de la tortura a la que la estaba sometiendo, por lo que tuvo que detener el avance cuando apenas la punta había atravesado los labios interiores y volvió a abrirse como un paraguas ya cuando estaba en la vagina de la hembra. La sensación era tan fuerte en el glande sensible del pene, que el hombre estuvo a punto de soltar la leche allí mismo. Pero con un enorme esfuerzo de control logró detenerse.

La mujer elevó los pechos y la cabeza.

-¿Qué sucede? ¿Por qué no me la sigue metiendo?
-Ya voy... sólo un momento, señora...

El hombre empujó.

-Oooh, sí... así... eso es, doctor... despacio... poco a poco... así... siga entrando en mi cuerpo que estoy sintiendo bien bonito...

El hombre se sostuvo de la breve cintura femenina, disfrutando con las manos el contorno terso de aquel cuerpo escultural, acariciando las nalgas poderosas pero sedosas como piel de melocotón. Y su cuerpo comenzó a moverse con deliberada lentitud, bombeando el pene y a cada embestida avanzando un poco más.

-¡Qué bárbaro, doctor... es usted un buenazo! ¡Qué maravilla de terapia sexual! ¡Esto es de veras sensacional! ¡Qué razón tenía mi amiga María Elena!
-Bueno, señora... prepárese porque ahora se la voy a introducir toda... y más vale que afloje todo su cuerpo...
-Sí... ¡Ooouuuch... !

Ahora sí la tenía metida toda. Las paredes de la gruta se abrían y cerraban sobre el palo encendido haciéndole experimentar sensaciones únicas. Se inclinó sobre la espalda de la hembra y sus manos tomaron ambos senos que colgaban pesados, repletos de carne y belleza.

Ya... ya pasó la molestia... ahora deme más pinga por favor, doctor... y si gusta puede moverse que ahora sí aguanto todo lo que quiera meterme sin quejarme...

El hombre enredó los dedos en los pezones apretándolos suavemente, gozando la textura especial, arrugada y al mismo tiempo tersa de los dos conitos erectos y desafiantes, después volvió a acariciar los pechos, sopesándolos, elevándolos un poco y dejándolos caer mientras hacia pruebas de introducción metiendo y sacando lentamente, después, ya encarrilado y ante la aprobación de la mujer, se meneaba libremente mientras ella seguía con la grupa en todo lo alto, bombeando sin cesar.
Sus bombeos eran rítmicos y pausados, quería hacerla gozar intensamente. Hacerla gozar hasta extraerle la última gota de los jugos de sus entrañas. Las nalgas de la hembra se movían en círculos que coincidían con sus empujones y ambos susurraban palabras de pasión carnal, a veces obscenidades, incoherencias a cada vaivén.

El hombre se dio cuenta de que le era imposible sostener por más tiempo aquel pesado coágulo de leche que pugnaba por escapar de los cojones que se le contraían. Estos le pesaban como si fueran de plomo y un sordo dolor en la base de la nuca le indicaba que su calentura estaba a su máximo grado y que ya tenía que explotar.

La mujer por su parte se abrió de nalgas aún más, separando las rodillas lo más que podía, abriéndole la rajada humeante a toda su capacidad. Los movimientos del hombre se hicieron más rápidos y frecuentes, su respiración jadeante, las manos se cerraron en las colgantes tetas apretando con desesperación. El cuerpo bañado en sudor y la saliva corriéndole por los labios apretados.

Las gotas de sudor caían sobre la espalda blanquísima de la hembra que a su vez brillaba con su propia transpiración respondiendo con mayores y más vertiginosos giros de sus rotundas nalgas. Las tetas colgantes bailoteaban de un lado a otro como si flotaran, semejando danzarinas boyas que se sacudían en medio de un mar tormentoso.

El impresionante trasero de la mujer comenzó a revolotear con más ímpetu cuando sintió que su clímax le invadía en estremecimientos el cuerpo entero concentrándose en la parte baja de su pelvis.
-Ah... Mm... ya... ya... -susurró ella al sentir que su derrame la acometía obligándole a aquietar las nalgas para disfrutar más y mejor de su venida.

Y a ella le costó un par de minutos reponerse.

-Ahora doctor... si quiere puede darme su leche ya...
-Sí... ¡ahí le va señora!

La explosión de semen llegó como una bomba líquida. Los dos cuerpos ensartados vibraban y saltaban al compás de los espasmos finales, mientras que la gruesa manguera descargaba chorro tras chorro de pastosa e hirviente leche en el interior de la hembra que gemía y sollozaba a la vez.
Finalmente el hombre quedó inmóvil recargado sobre ella, fatigado por el cúmulo de emociones, tratando de recuperar el aliento. Su tranca profundamente calvada entre las robustas asentaderas de la hembra, la leche desbordándose de la cavidad genital y escapando de la estrecha abertura que se había dilatado al doble de su tamaño original.

-Doctor, el sexo análisis... su terapia, es una verdadera maravilla... creo que ya estoy curada... -murmuró ella débilmente dejándose caer boca abajo en el sofá, incapaz de poder mover un músculo.

Y el hombre cayó sobre ella, todavía ensartado por el apretado sexo.

-Gracias por sus palabras señora... me alegro que el tratamiento también haya funcionado con usted... -contestó él.

El hombre tuvo que apoyarse sobre sus brazos para poder elevar el vientre y desenchufarse de ella, ya que el sexo de la hembra parecía haberse dilatado y se obstinaba en tener el exprimido instrumento dentro de su vagina. Por fin pudo él salirse de ella.

Y ahora, pasado ya el momento supremo, la paciente evidentemente ya curada, pareció sentirse avergonzada de encontrarse así desnuda frente a su sexo analista.

-Oh doctor... qué vergüenza... ¿puedo vestirme? -preguntó ella, sentándose en el sofá.
-Por supuesto no faltaba más... -contestó el hombre que a su vez aún tembloroso se ponía los pantalones por sus piernas.

Una vez que terminaron de vestirse, él fue a sentarse tras de su escritorio y de nuevo adoptó aquella actitud profesional hasta que la bella mujer, pasándose un cepillo por el espléndido cabello oscuro, se detuvo frente a él.

-¿Cuánto le debo por la consulta y por el tratamiento terapéutico doctor?
-Por ser una simple consulta de reconocimiento y de prueba... nada, señora.
-Pero doctor, no puede ser... usted me ha curado y...
-Por favor, olvídese de eso, señora. Sólo recuerde que de vez en cuando tiene que regresar a consulta para repetir las sesiones... -indicó el hombre adoptando de nueva cuenta su actitud profesional.

Por supuesto, doctor, claro que vendré hasta que usted considere que ya soy una mujer completamente normal para mis relaciones íntimas... -contestó ella ruborizándose un poco.

Por un momento se miraron ambos con fijeza mientras se saludaban despidiéndose y después la mujer abandonó sonriente el despacho cerrando la puerta tras de ella.

El hombre, cuando estuvo a solas, lanzó un profundo suspiro de satisfacción y de asombro. Apenas podía creer lo que había sucedido allí. Pero él no tenía ya que en ningún momento le había dicho a la guapa morena clara que fuera un especialista en esa materia. Todo se había debido a una afortunada confusión y si él tuviera que enfrentarse a una demanda por parte de la hembra. La afrontaría y seguramente saldría sin culpa ya que conocía de sobra las leyes, porque para eso... era abogado.

Pero no. Eso difícilmente sucedería. La sonrisa y la satisfacción de la "paciente" eran claras muestras de que había quedado encantada con sus "servicios".

La hermosa morena clara había cometido un error en el que no hubiera caído si se hubiera fijado en el letrero sobré la puerta. La mujer sencillamente se había equivocado de despacho.

El analista o terapeuta sexual estaba en ese edificio, si... pero en el piso de arriba.

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viernes, 26 de septiembre de 2008

Alejandra Maglietti, el exito de esta increible belleza argentina

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Alejandra Maglietti es la chica que se hizo conocida por la publicidad de Doritos y se animó a desnudarse para la revista Playboy. La modelo realizó una sensual producción de fotos.

Lejos del personaje de la chica de la publicidad, la rubita realizó un espectacular producción para el magazín de alto contenido erótico. En las imágenes aparece al mejor estilo de una conejita estadounidense.

La formoseña no puso ningún obstáculo a la idea generada por los responsables de Playboy. Aunque los Doritos estén presentes en la sesión fotográfica, ella buscó ratificar el eslogan propuesto en la comercial: “Te come la cabeza?".

También dejó en claro en la nota realizada que las rubias no son ningunas tontas y que se siente segura de su belleza. Pero que tiene otros atributos como para llegar a ser famosa.


Fotos de Alejandra Maglietti




martes, 23 de septiembre de 2008

Elle McPherson, elegida la modelo más linda de todos los tiempos

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La bella Elle McPherson, de 45 años, fue elegida como la modelo más hermosa de todos los tiempos en una encuesta realizada entre 3.000 mujeres por la cadena comercial Debehams, y cuyos resultados publica el diario británico The Sun.

La modelo australiana, catalogada como "el cuerpo", tuvo su auge en la década de los '80 debido a sus curvas.

En la encuesta, se ubicaron detrás de Mc Pherson la modelo norteamericana Cindy Crawford (que ahora tiene 42 años) y la supermodelo británica Twiggy (58).


Fotos de Elle McPherson, Cindy Crawford y Twiggy





jueves, 18 de septiembre de 2008

Relatos Eróticos: El extraño paciente del psiquiátrico

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09:00 horas.

Carmen aparcó frente al oscuro edificio de arquitectura represiva, un gran centro de acogida de enfermos mentales, un "manicomio", y a la vez, un Centro de Investigación Neurológico.

Ella era una mujer bellísima, rubia, alta, delgada, aunque bien formada, elegante. Era la Doctora Jefe del Departamento de Investigación, y Presidenta del Consejo de Accionistas de la Empresa.

Saludó, sin mirar, al conserje que le abría la puerta de entrada, se identificó con su pase magnético a los impasibles Vigilantes del Vestíbulo, y caminó, taconeando, tranquila, sabiéndose observada, hasta los ascensores.

Ya en su despacho, sola, se quitó el fino abrigo negro, y se puso una bata sobre su blusa y la elegante faldita de tubo que realzaba la belleza de su maravilloso cuerpo, sus perfectas y largas piernas. Era una mujer sin igual, tan bella como gélida. Sólo sus grandes ojos marrones delataban, quizá muy lejanamente, la pasión y las ansiosas ganas de amar, de ser amada, escondidas tras aquel perfecto y frío rostro.

Una secretaria entró, silenciosa, se acercó al escritorio, dió los buenos días, y depositó un taco de carpetas y fichas. Carmen se volvió a ella y le pidió un té con limón.

09:45 horas.

La Doctora caminaba despacio, su taconeo reverberaba por el largo pasillo. Llevaba examinados cinco enfermos mentales, en el ala de máxima seguridad. La galería de los psicópatas y violadores más peligrosos del país. Dos fuertes y corpulentos enfermeros la seguían, pensando que, donde ella entraba, un nuevo ser humano sería víctima aquella noche para una lobotomía, delicada operación que convertía en un inofensivo vegetal al más agresivo de los internos.

Carmen paró frente a la habitación 3.02. Abrió la mirilla, para alcanzar a ver a un enfermo que aparentaba estar tranquilo, pensativo. Estaba desnudo de cintura para arriba, y sólo llevaba puesto el pantalón del pijama, descalzo, arrodillado, en postura de meditación. Ojos cerrados, respiración pausada, brazos laxos, relajados. Completamente calvo, rostro enjuto, nariz recta. Sonreía, estaba pensando claramente en algo agradable, alguna pasada circunstancia muy especial.

Perdón, Doctora, pero creo que no es aconsejable que entre usted ahí. Si le parece bien, entraremos y lo inmovilizaremos en su cama.

La ficha del Historial de JLM 60022 dice que es peligroso, un violento asesino psicópata, extremadamente inteligente y culto, que disfruta devorando trozos arrancados de la carne de sus víctimas. Por dos veces casi consigue escapar de este centro, habiendo matado sin piedad a varios miembros de Enfermería y Seguridad. No se preocupen, entraré y examinaré al enfermo.

Los enfermeros se miraron sorprendidos. Nada impresionaba a La Doctora. Uno de ellos alcanzó una silla, frente al paciente, para que ella pudiese sentarse y hacerle el Test.

JLM 60022... Buenos días. ¿Terminó sus ejercicios diarios de meditación?.

El paciente abrió muy despacio los ojos, y su mirada se plantó, fija, sin parpadear, en los fríos ojos de la Doctora. Una mirada dura, como sólo unos rasgados, cansados ojos de color verde podían expresar.

La Doctora experimentó, sólo por un instante, algo de inquietud. No podía apartar los ojos de esa mirada. ¿Era imaginación suya, o él estaba leyendo sus emociones...?

JLM 60022 sonrió. Lo hizo, sin parpadear, sin apartar la mirada taladradora de los ojos de ella. Carmen tosió, se retrepó en la silla y se colocó las finas lentes.

Buenos días, Doctora... Srta. Carmen. ¿Te encuentras bien? Tus manos tiemblan un poco. ¡Llámeme Doctora! Y póngase la chaqueta del pijama. Hemos de hacer unos Test. Si no te importa, Carmen, permaneceré como estoy. De aquí no voy a ninguna parte. ¿Te molesta ver mi torso desnudo? Tienes unas piernas preciosas, querida.

Carmen cruzó las piernas, y acercó el bolígrafo a la casilla "LISTO PARA LOBOTOMÍA", de la ficha de diagnóstico. ¡¡¡No podía tachar...!!! ¿Qué me pasa...? Pensó.

Miró de nuevo el sonriente rostro, la expresión seria, los profundos ojos que no perdían un solo detalle de su bella y femenina figura. Carmen sintió un escalofrío, se supo deseada, como nunca alguien pudiese experimentar el deseo de tocarla, abrazarla, poseerla. Observó que el paciente se hallaba en estado de excitación, un bulto en su entrepierna le delataba. La respiración de La Doctora se volvió irregular, asmática, tal era el estado que le provocaba aquel extraño hombre. Intentó sobreponerse. Sus manos sudaban suavemente.

Enfermeros, inmovilicen y preparen al paciente para una ducha de agua fría.

¡¡¡No...no te vayas, preciosa, sigue conmigo!!!

Los enfermeros se hicieron con el gesticulante y desesperado paciente. Carmen no podía más, salió de allí, caminando deprisa por los pasillos, y fue a la zona de Cafetería. ¡¡¡Uuuufff...!!! ¿Qué le estaba pasando? Respiró, más tranquila, y procuró olvidar el incidente. Mientras bebía el té, un colega se le acercó, para pedirle opinión sobre un nuevo tipo de medicina para tratamiento de desarrollo neural.

23:05 horas..

Carmen se levantó y se acercó a la pista de baile. La música tenía cierto ritmo salsero, caliente, y ella empezó a moverse, a danzar despacio, moviendo su delicado y sinuoso cuerpo cubierto únicamente por un ligerísimo y ajustado vestido de lycra negro. En su delicado cuello llevaba un bonito collar de níveas perlas, en perfecto contraste con el vestido.

Todos los hombres, muchos de ellos atractivos, sensuales, la observaban. Algunos de ellos ya la conocían, sabían que ella era, como ellos ya la habían etiquetado, "inexpugnable". En el pasado fueron rechazados, de manera humillante, por aquella soberbia mujer.

Ella no les prestaba atención. Su mente divagaba en aquellos momentos lejos de allí. Con ojos entrecerrados pensó en aquel extraño hombre, aquella mirada. La encantadora sonrisa del animal carnívoro que se lanza a su presa.

Mientras bailaba, sin percatarse, se empezó a acariciar el cuerpo. Se encontraba en estado de trance, muy sensitiva. ¿Quizá el efecto de los dos "Baileys"? Una amiga suya, Sonia, se le acercó.

Oye, como sigas así, vas a poner en pie de guerra a todos los machos de la sala. ¿En quien estás pensando? Pareces enamorada. No sé. ¿Qué me está pasando? Estoy hecha un lío. Yo no soy así. Ya te veo, Carmencita. El que te haya enamorado de esa forma, se va a enterar de lo que es una mujer de verdad, como le pilles. ¿Quién es? ¿Cómo es...? ¿Está aquí? ¿Está bueno? Venga, que no me pasa nada, no seas cotillona. Pues se te nota, hija. Se diría que esta noche vas a hacer el amor de manera salvaje, con alguien muy especial.

Carmen estaba hecha un lío. Sentía emociones contradictorias. Era una mujer hecha para el trabajo, la mejor en su campo. No se permitía vicios y era disciplinada, eficiente. Pensaba que hasta ahora eso y una vida ordenada era el colmo de la felicidad. Y ahora estaba excitada, mojada... ¿Simplemente por un enfermo? ¿Por un desecho de la sociedad?

23:55 horas.

Carmen frenó frente al Edificio, en su ímpetu dejó el BMW abierto con las llaves puestas, y entró en el poco iluminado vestíbulo. Enseñó su pase al asombrado vigilante de retén, y subió en el ascensor.

Galería 3. Un enfermero la seguía, desaliñado, y pararon frente a la habitación 3.02.

Abra la puerta, y déjeme a solas con el paciente. Pero Doctora... ¡¡¡Haga lo que le digo...!!!

Ella entró, nerviosa, inquieta, asombrada por lo que estaba haciendo. ¿Cómo llamaría en términos psicológicos a lo que le estaba pasando a ella, una mujer muy equilibrada, serena, de mente estable, difícil de impresionar? En esos momentos se sentía vulnerable, desprotegida, pero anhelante, hambrienta, sensual...

¿Cómo estás, preciosa?

De la sombra salió el paciente, serio, pero con esa sonrisa en el semblante. Se acercó poco a poco a Carmen. Ella se dejó abrazar, y sintió los labios de él rozando su cuello, sus propios labios, y le besó en la boca, con hambre, con ansia animal.

Se besaban, se abrazaban. Retrocedieron, sin dejar de besarse, y tropezaron con una sencilla mesa. Él la tomó y la hizo sentar sobre la mesa. Ella, desesperada, se abrió de piernas, abrazándole, sin permitir que se separara de ella ni por un solo segundo.

JLM 60022 arrancó las braguitas mojadas, y con el pantalón ya bajado, introdujo el fuerte y erecto miembro, muy despacio, en aquel húmedo y lubricado sexo. Carmen jadeaba, emitía grititos de placer, de dolor. Con algo de esfuerzo, el pene ya estaba alojado hasta lo más profundo.

Por un momento, permanecieron silenciosos, abrazados, mirándose a los ojos. Ella los cerró, y se dejó besar. Él comenzó a mover las caderas muy despacio, apretando, bombeando, cada vez más deprisa. Ella abrazó las preciosas piernas alrededor de la cintura, y se movió al ritmo que él marcaba. El enorme falo entraba y salía, chorreante, tenso. Un fuerte olor a sexo se extendía por toda la habitación. Los amantes sudaban, empapados, se arrancaban la ropa, se acariciaban, se devoraban, sin parar de hacer el amor.

Un intenso orgasmo les sorprendió, subieron juntos muy alto, y gozaron de ese momento de triunfal clímax abrazados, muy juntos, gritando de placer, de lujuria.

Se quedaron así, abrazados, sin atreverse a romper el mágico momento. Querían prolongar al máximo lo que sentían.

Él la miraba a los ojos.

04:35 horas.

Carmen estaba desecha, cansada. Estaba recostada en el catre de sábanas blancas, con las piernas abiertas, dejando a su amante que degustase las delicias de su dulce sexo, mientras con el dedo le escarbaba el agujero del culito. La lengua entraba, salía, se refocilaba en todos y cada uno de los rincones de su castigado sexo, y sus dientes mordían sin dañar los labios carnosos, chorreantes de jugo vaginal.

Carmen sintió que la lengua atacaba su clítoris, gimió de placer, acarició la suave calva de su salvaje amante, y se corrió por enésima vez. Ya no sabía cuántos orgasmos había alcanzado.

Después de unos momentos de descanso, ella estaba hambrienta. Su obsesión era intentar introducir todo ese enorme miembro en su boquita. Lo tomó muy despacio, lo empezó a chupar, deleitándose en ese fuerte sabor mezcla de jugo vaginal, sudor y semen. Lo chupaba con hambre, con deleite. Con los deditos, muy delicadamente, bajó la piel que cubría el glande, salivando y lubricando. Notó los espasmos de su amante, su sensitividad, su placer.

Carmen dejó que el pene entrase en su boca, poco a poco, intentando tragarlo todo, hasta el final. No podía. Empezó a mover la boca y la mano a ritmo, masturbando, una y otra vez. JLM se estremecía, indicando a su hembra que el momento de la gran explosión estaba cercano.

Un gran chorro de esperma brotó, inundando la boca y garganta, salpicando la carita, el cabello, el busto de Carmen. Ella se quedó ahí, tumbada, derrengada, saboreando el semen, tragándolo despacio, arrastrando desde la comisura lo que se le había quedado fuera. No quería desperdiciar ni una sola gota. El amante se echó a su lado, abrazándola, pegándose a ella.

Descansaron.

10:15 horas.

La Doctora caminaba despacio, taconeando, por el largo pasillo, seguida de dos enfermeros. Paró delante de la habitación 3.02.

Preparen al paciente para un traslado. Avisen a los de la ambulancia que suban a buscarlo. Mientras terminan el papeleo, déjenme un momento a solas con él.

La puerta se cerró detrás de ella. JLM 60022 se incorporó, se acercó, se abrazó a ella, la besó con amor.

Carmen, feliz, le dijo:

Te vienes conmigo, mi vida, Te quiero. Nos vamos muy lejos. Para siempre.

El paciente JLM 60022 pensó en el apetitoso manjar que disfrutaría lejos de allí.

Sonrió.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Wallpapers de Hombres Guapos: Alex Baldwin

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Eduardo Verástegui, actor mexicano de telenovelas

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Biografía de Eduardo Verástegui

Nacido en Xicotencatl, Tamaulipas, México, Verástegui fue estudiante de derecho, pero decidió proseguir el modelado en la Ciudad de Mexico y terminó trabajando para famosos diseñadores como Calvin Klein y Versace.

Poco después, en 1994, se convirtió en un miembro del grupo pop mexicano, Kairo. A lo largo de un período de cuatro años de viajes han vendido conciertos en toda América Latina.

En 1997, Verástegui comenzó actuando en telenovelas mexicanas producidas por la poderosa compañía Televisa. Además, sus telenovelas han logrado récord de ratings en los principales mercados y en los Estados Unidos.


Fotos de Eduardo Verástegui




lunes, 15 de septiembre de 2008

Wallpapers de Mujeres Hermosas: Summer Altice

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Recuerda que debes hacer click en la imagen para abrirla en una ventana nueva, y luego seleccionar "Guardar como" del menu "Archivo" para copiarla localmente a tu equipo.


Wallpapers de Summer Altice















Relatos Eróticos: La Doctora Sexo

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La Doctora Sexo con la ayuda de su enfermera tenía la solución perfecta para los problemas sexuales por los que estaba pasando este matrimonio

La verdad es que costó mucho que mi marido me convenciera de la conveniencia de acudir a la cita con aquella enigmática mujer. La Doctora A.J.T., más conocida como la doctora sexo por sus milagrosas soluciones a los problemas sexuales. Aquel anuncio, en la tercera página de un periódico local lo decía bien claro: "Si tiene un problema sexual no se amargue la existencia. Acuda a mí".

Somos un matrimonio bien avenido. Él tiene 29 y yo tengo 24. Soy rubia, de pelo largo y ondulado, mido 1,70, así que me considero bastante alta, sobre todo cuando llevo tacones de aguja como el que llevaba el día que fui a ver a la doctora. Tengo una línea bastante apetecible, ojos verdosos, cara ovalada, nariz recta, labios sensuales. Siempre me he considerado un bombón y no me han faltado pretendientes y he disfrutado del sexo con mi marido y. ¡Uy! ¡Que se me escapa!. Bueno, con otros hombres.

Desde hacía meses, no sé, no me corría. Lo intentaba disimular a mi marido, pero es inútil intentar ocultarle algo así. Hace unas semanas me propuso visitar a la doctora sexo y yo, finalmente, después de pensarlo mucho, acepté.

Tocó mi marido al timbre en una puerta en la que había una triste indicación "Consultorio erótico". Nos abrió una chica enfermera, que parecía vestir algo así como un uniforme de enfermera, blanco, pero la verdad es que, a bote pronto, a mí me pareció una puta. Era bajita pero delgada, de cuerpo gracioso, de curvas marcadas. Su falda dejaba asomar unos muslos gorditos y bien contorneados. Era dulce explosiva. A mi marido se le iban los ojos detrás del meneo del culo. Le dí un codazo.

- ¿Los señores P.? Pasen a la salita por favor.- Sus tobillos asomaban desnudos de las zapatillas y la pierna se alzaba depilada hasta ocultarse en la falda. Tenía dos pechos de los que se podían ver su magnitud por lo profundidad del canal. Su pelo era azabache, como el color de sus ojos.

Nos condujo hacia una salita y al cabo de un rato, nos llevó hasta el despacho de aquella mujer, de cuya pared sólo colgaba un titulillo dado por una academia que nadie conocía y para colmo, escrito en inglés.

La doctora nos rogó que nos sentáramos y al fin levantó la cara de un libro viejo que parecía de medicina. Era una mujer de unos treinta y cuatro años, rubia de pelo lacio que peina con una coleta larga, con la frente surcada por las primeras e incipientes arrugas, de ojos azules.

Llevaba una bata blanca abrochada, gafas que le dan un aspecto de empollona. Me fijé en sus dedos largos, sus manos delgadas y un anillo de acero en el anular.- ¿Y bien? Ustedes dirán.-

- Pues verá, doctora, mi mujer...mi mujer no se corre.-

La doctora me miró y preguntó -Y eso ¿A que se debe?.-
-No lo se.- Dijo mi marido
-Y tú ¿Qué dices?.- Me miró la doctora. -¿Te puedo tutear , verdad?.- Y antes de que le contestara.- ¡Total, me vas a enseñar el conejo dentro de un rato! ¡Ja ja ja ja¡.-

-Pues verá...es que no lo sé- Estaba colorada. La doctora interpretó que me daba vergüenza de hablar del tema delante de él.
-¡Caballero! ¡Va a ser mejor que se vaya usted fuera!.-

Mi marido estaba que no se creía lo que sucedía, pero aquella enfermera morena lo empujaba prácticamente fuera. La doctora volvió a la carga. -Es mejor así, así puedes contarme todo lo que piensas, cariño ¿Es él, verdad? ¡Dime que es él! ¡Ellos siempre tienen la culpa!- La doctora me había cogido la mano. La aparté con cierta brusquedad.

-No es mi marido... es que ya no siento lo mismo, es algo psíquico... o físico...-
-¡Sensorialmente!- La doctora sexo se puso de repente de pié al decir esto, parecía una iluminada. -¡Muy bien! ¡Manos a la obra! ¡Voy a reconocerte! ¿Marga?-

Así que así se llamaba la enfermera, Marga. -Por favor, Marga, ayude a la enferma a desnudarse.-

Me fui a desabrochar los botones de la camisa cuando de repente sentí lo pechos de la enfermera en mi espalda. Noté sus brazos a un lado y otro de la cintura y su cara sobre mis hombros y sentí como desabrochaba mi falda.

-¡Ay! ¡No se para que me he desabrochado la camisa!.- Dije aún un poco escéptica, al sentir la falda caer a mis pies.

-¡No importa, chata! ¡es mejor que se desnude toda!- Decía la doctora mientras me miraba con cara de maruja cotilla.- ¡Anda, ayúdale a quitarse las medias!.-

Marga deslizó sus manos por mis piernas, desde la parte alta de mis muslos hasta mis tobillos haciéndome sentir unas cosquillitas muy raras en mis piernas y en mi vientre. Me quité la camisa. Quedé así sólo con braguitas y sujetador. Eran unas prendas discretas y elegantes que hacían juego la una con la otra. Sentí las manos de Marga en mi espalda y mi sostén desabrochado. Puse mis manos sobre las copas para que no se cayeran. Me quedé muy sorprendida, pero más aún lo estuve cuando Marga tiró un poco de mis bragas hacia abajo. Mi reacción fue soltar el sostén y agarrarme las bragas. Sólo fue un ardiz para agarrar mi sostén y quitármelo.

-Verás cariño. Tenemos que probarte ante determinados estímulos. La terapia puede resultarte chocante pero funciona en un 95 % de los casos.- La doctora se sentó y llamó a su asistenta .-¿Marga? ¡Proceda!.-

Marga, en un momento, se desabrochó la bata blanca y salió de ella mostrando el cuerpo de una morenaza de pechos firmes y respingones, exquisitos. Sus pezones eran dos fresas puntiagudas y oscurecidas, bien delimitadas.

-Lo primero que vamos a hacer es probar la respuesta al estímulo pezonales.- Marga se acercó a mí tanto que estaba rozándome con sus pezones la parte baja de mis pechos. Yo era más alta que ella. Se cogió a mi cintura y empezó a restregarse contra mí. Se puso de puntillas lo justo para hacer coincidir los dos pares de pezones. Tenía unos pechos suaves y consistentes. Sus bolas se movían suavemente contra las mías.

A mi aquello me ponía cachonda. Nunca lo había hecho. La verdad es que pensarlo me daba asco, pero hay que tener en cuenta que aquello sólo era una terapia. Vamos, digo yo. Sus manos se deslizaron desde mi cintura, a través de mis caderas hasta las nalgas. Tiró de mis bragas hacia arriba y sentí incrustarse la tela en mi sexo y meterse entre los cachetes del culo. Marga buscó mi boca, encontrando mi rechazo, al menos las dos primeras veces que lo intentó. Pero como era tan pesada y sus labios eran tan rojos y tan blanditos, me entregué a sus besos a la tercera y mi boca ya se fundió con la suya sin remedio. Al fin y al cabo, era parte del tratamiento. Yo cerraba los ojos y abría los labios y ella, metía su lengua.

Sus manos se deslizaron por su cuerpo, esta vez en dirección a mis pechos que tomó con determinación, me rozó entonces los pezones con ambos pulgares, sintiendo yo que un calor recorría todo mi cuerpo. La Doctora me miraba por encima de las gafas.- Uhmmm, vaya, parece que sí que le funcionan los pezones...A ver...dale unas lamiditas.-

A metro y medio de nosotras, apoyada sobre la pared, la doctora observaba como la enfermera bajó su boca hasta mis pechos sin soltarlos de sus manos y me lamía los pezones, con lametones amplios y salivosos unas veces y otros, circundándolos con la lengua. La doctora rellenaba un historial.- Se le ponen gordos y excitados...funcionan correctamente.-

La noté que avanzaba por mi espalda mientras Marga continuaba mamándome ahora, y sentí sus dedos largos y fríos sobre mi espalda y poco a poco, deslizarse hasta mis nalgas y siguiendo la escondida textura de mis bragas, tocar, bajo mis nalgas el rincón más íntimo de mi cuerpo - Pero ¡Si está muy mojada! ¡Coño! ¡Yo diría que funcionas de putísima madre!.-

Eché mi cuerpo hacia detrás.. Marga mordió mi pezón con los labios y apretó, mientras que el otro pecho era apretado con la mano entera. La doctora me susurró al oído -Pero que caliente estás.- Y dicho esto, cogió de mi pelo lacio hacia atrás y al destapar mi oreja, introdujo su lengua todo lo profundo que pudo, haciendo que mi temperatura aún subiera más y sonsacándome un susurro de placer.

La doctora, una mujer templada, de treinta años, volvió hacia su sillón detrás de la mesa. -Marga, trabájale un poco los pies.- Y luego, mirándome a mí me dijo.- Es un punto que conocen los chinos en el que se produce el estímulo sexual, no te preocupes.-

Aquella morenaza debía tener unos 22 años. Me tomó de las manos y me llevó hasta una camilla de esas que hay en las consultas de los médicos. Me tumbé sobre ella mirando al techo. Marga recorrió mi cuerpo con la yema de sus dedos dirigiéndose a través de mi pierna hacia uno de mis pies. Lo tomó entre sus manos como un tesoro.- ¡Uhmmm! ¡Qué rico! ¡Tierno y carnoso como me gustan!.-

Acto seguido notaba su lengua humedecer varias veces la planta de mis pies y luego entre las comisuras de los deditos. Me hacía unas cosquillas deliciosamente insoportables, unas cosquillas que sobrepasaban la región de los pies y se extendían por todo el cuerpo, desde la nuca hasta los pezones y el clítoris, pasando por la columna vertebral. La doctora sexo tomaba nota y finalmente ordenó nerviosa, desabrochándose un botón de la bata.- ¡Cómele el coño de una vez!...¡Uy!...¡Perdón!...¡Proporciónale un estímulo clitoriano!.-

-¿Queee? ¡Nooo!.-
-¿Cómo que no? ¡No te puedes negar a hacer esta parte de la terapia! ¿Es que deseas ser frígida toda tu puta vida?.- Decía la doctora enfurecida.
-Yo....Yo...-
-¡Maaaarga!- Marga se decidió a tomar los bordes de mis bragas, los de la cintura, y tiró de ellos hasta poner mis bragas a la altura de las rodillas. Entonces metió su mano por uno de los huecos de las bragas por donde salen las piernas y agarró con los dedos el borde e hizo un nudo, de manera que mis piernas quedaron amarradas por las bragas. Acto seguido las puso sobre unos de sus hombros, así que mi sexo quedaba a su merced -¡Mira!- La escuché decir entusiasmada.

La doctora se levantó rápidamente y fue al lado de Marga.- ¡Es un coño perfecto!- Dijo la doctora.
-¡Qué rajita más bonita me voy a comer- contestó Marga.

La Doctora se quedó detrás de Marga, observando lo que su auxiliar hacía, con los brazos cruzados, mientras Marga pasaba la yema de sus dedos corazón y anular sobre mi rajita y los deslizó a través de ella separando suavemente ambos labios y rozando la crestita excitada de mi sexo.

Intenté taparme el sexo con las manos, pero la doctora, previendo mis intenciones, con un movimiento rápido y expedito me agarró los brazos, y cogiéndome de las manos, las llevó por encima de mis hombros. Marga seguía con los dedos acariciando mi raja para de pronto introducir el dedo corazón en la raja, primero horizontalmente y luego, a la segunda, verticalmente, por lo menos hasta la primera falange.

-¡Ahhhh!.- Gemí
-¡No temas cariño!- Dijo la doctora, luego, la ví apretar la mandíbula y decirme.-¿Te vas a estar quietecita? ¿Eh?.-
-¡Siiiii!-
-Marga, quítale las bragas para que pueda abrir bien las piernas.-

Al sentir mis piernas libres realmente las abrí, pero para poner cada una de mis pantorrillas en uno de los hombros de Marga. Ésta se agachó hacia mí haciendo doblar mi cintura y mientras introducía más aún su dedo, comenzó a lamer los pezones de mis pechos, que asomaban entre mis muslos abiertos. Mi sexo estaba empapado y el dedo de Marga entraba y salía lubricado.

Marga se mostraba confundida y la doctora sexo también, después de cinco minutos de magreo continuado y de mete-saca de dedo, yo estaba muy caliente, enloquecía de placer, pero no me corría. Marga acompañaba sus metidas y sacadas de dedo con lametones a mi clítoris y hasta la propia doctora se comía mis tetitas y las acariciaba con una mano, mientras con la otra se desabrochaba los botones de abajo da la bata y se introducía la mano entre las piernas. Miré más detenidamente y vi que su mano estaba dentro de sus bragas, que era lo único que llevaba sobre la bata. "Eso debe ser para que la enfermera no se sienta discriminada". Pensé.

La doctora no perdía ojo de cómo la enfermera me "trabajaba" el sexo. Ya estaba visiblemente enfadada.. - ¡Pues sí que está dura la puta esta!.- Al oírla hablar así de mí mi temperatura subió un grado.
- ¡Doctora, yo hago todo lo que puedo.- Le dijo Marga.
-¡Ya lo se! ¡Coño!.- Luego, más calmada le dijo -¡Venga! ¡Fóllatela!.-
-¿Queeee? ¡A míiii?.- Dije un poquito asustada
-¡Calla ya! ¡Coño! ¡Tú hoy no te vas de aquí sin correrte como una guarra!.-

Marga se apartó de mí. Yo intentaba incorporarme pero la doctora, que aún me agarraba de las manos me lo impedía. Luego, cuando ya estaba yo más calmada, es decir, que ya me había hecho a la idea de que me iban a follar sin saber muy bien cómo, la Doctora, "para que no me enfriara" se puso a acariciar ella misma mi sexo con sus dedos largos y delgados, que también me demostraban lo mucho que conocía su oficio.

Sus dedos acariciaban cada rincón de mi vagina, causándome un placer y una excitación enorme, pero sin conseguir que me corriera. Me despisté de que era lo que Marga hacía, así que cuando la vi pasar delante de mí me llevé una sorpresa al ver que en su vientre se cruzaban una serie de correas que venían de la cintura y que sostenían justo a la altura de su clítoris ¡Una polla!.

Intenté resistirse, pero una vez que Marga me cogió una de las piernas, le fue fácil separarla y meter su cuerpo entre ellas y acercarse poco a poco hacia mí, agarrándome ambos muslos a cada lado de sus caderas con sus fuertes brazos. La doctora abrió mis labios y sostuvo aquella polla semiflácida lo suficiente como para que la cabecita negra de aquella serpiente encontrara un sitio por donde meterse poco a poco. Pareció que el prepucio me miraba antes de meterse en mi vagina. Sentí mi vagina ocupada, pero esta vez de verdad, por algo gordo y largo.

Me fijé en que Marga tenía los pezones puntiagudos. Sonreía pícaramente. Se separó levemente de mí haciéndome partícipe de una sensación de liberación y a la vez de frustración, que se tornó al sentir aquella serpiente de látex introducirse de nuevo en mi vagina.

La doctora lo controlaba todo, participando con la lengua y sus dedos en la operación, besando mi boca y acariciando mis pezones.- ¡Ya sabía yo que lo que tú necesitabas era una buena polla!.-

Me volví a estremecer cuando Marga volvió a realizar el movimiento de caderas completo, muy despacio. Cada vez que lo hacía, sentía un enorme placer. Pero al cabo de un largo tiempo, Marga se desesperaba otra vez y la doctora sexo se enfurecía -¡No entiendo que le pasa a esta puta! ¡Pero coño! ¡Si se lo está pasando en grande! ¡Por más caña que le des!.-

Sentí entonces como la doctora extendía mi mano hacia mi sexo y agarraba mi clítoris entre los dedos, lo arrancaba, estiraba de él. Se le soltó otro botón de la bata y sentí en mi mejilla la suavidad de una masa de carne que resultó ser uno de sus pechos. Deseaba mamar de él, busqué su pezón, pero la doctora, que estaba muy concentrada en mi sexo, se levantó de golpe.

-Voy a probar con "literatura a ver que tal...Por que a lo mejor lo que te pasa es que eres de esas mujeres que disfrutan follando mientras su marido las llama zorra...o puta!.-

-El otro día tu marido estuvo aquí, quería ver si la culpa es suya y la verdad es que lo probamos y sabes...funciona de puta madre ¿Verdad, Marga?.-

Me puse furiosa al escuchar aquello, intentando separarme de Marga inútilmente. La doctora entonces me volvió a coger los brazos de nuevo y Marga comenzó a embestirme con furia. Al cabo de un rato la doctora proclamó su fracaso - Nada, ni literatura, ni pasión, ni violencia. Me voy a dar por vencida....espera...sólo queda....¡A ver! ¡A ver!.-

La doctora metió su mano por debajo de mis nalgas. Sentí como sus dedos se disputaban un aparcamiento dentro de mi sexo con la negra serpiente, pero luego, su mano descendió, hacia donde el sexo deja de ser chichi y se convierte en culo y luego, después de acariciarme allí durante un rato que se me hicieron un siglo de intenso placer, dirigió su dedo hacia mi agujero oscuro, se hundió entre las nalgas y me rozó mi último reducto virgen. Aquello, después de todo lo que había recibido, me puso como una moto, comencé a moverme yo misma contra el vientre de Marga, a ser yo la que se follaba a la serpiente negra.

-¡Ah! ¡Así que es esto! ¿Eh?.-
- ¡Eres una genio, doctora!.- Asentía Marga

Su dedo comenzó a acariciar mi ojete y luego a intentar introducirlo con una presión creciente. Empecé a suspirar, a gemir de placer, a correrme -¡Aaaaahhhhh Ooooohhhhh Aaaaahhhh!-

-Tócale tú el ojete.- Le dijo la doctora a Marga mientras ella se dirigía al armario que había detrás de su mesa. Marga, mientras me seguía metiendo y sacando aquello despacio, me agarró una cacha y fue metiendo poco a poco la mano hasta que sus dedos me rozaban el ano. Luego, siguió así mientras iba sacando su falo de mi sexo, prolongando de esa manera unos segundos más el clímax del orgasmo ya pasado y se echó sobre mí para comerme las tetas. Aquellas caricias post-orgásmicas eran tan deliciosas...

La sombra de la doctora se proyectó sobre nosotras. La miré y ante mí estaba, como una amazona lista para el combate. Desnuda, delgada, el espectro de una yegua famélica. El pubis poblado de pelos rubios, y en medio de él, sostenido por un juego de correas como el que Marga lucía, un pene postizo, de dimensiones más reducidas al que me acababa de penetrar. Éste, eso sí, de color rosa intenso y brillante. Marga se separó de mí y la doctora sexo me ayudó o me obligó a levantarme cogiéndome del brazo.

-¡Ahora vamos a ver si de verdad lo que te pasa es que te gusta recibir por el culo!- Me cogió de los pelos y me obligó a darle la espalda y reclinarme sobre la camilla, algo más levantada que si estuviera de rodillas. Mi vientre se apoyaba en la camilla pero mi torso asomaba por el otro lado. Me agarré a los extremos de la camilla.

-¡Puta! ¡Hay que ver el tiempo y el dinero que nos estás haciendo perder esta tarde!.- Me mantenía a duras penas en equilibrio en la inestable camilla. Sentí las rodillas delgadas de la doctora clavarse en la parte de atrás de las mías, luego su vientre sobre mis nalgas y aquel chorizo rosa me incomodaba entre las nalgas. Lo sentí moverse entre ellas un par de veces hasta que finalmente, la doctora me volvió a coger del pelo y me obligó a acercarme a ella doblando la espalda. Sentí como si un tapón intentara penetrar en mi ano y tras vencer los primeros intentos, lo sentí introducirse, haciéndome vivir una sensación hasta entonces nueva.

El puño de la doctora sostenía el falo y se me clavaba ligeramente en las nalgas, hasta que el miembro viril estaba bastante introducido dentro de mí. Me soltó del pelo. Me sostenía con los brazos extendidos sobre la camilla. Ella me cogió de la cintura con las dos manos. Mi culo se acostumbraba a sentir aquello dentro cuando la doctora se comenzó a mover hacia delante y hacia detrás, haciendo que su falo me rozara, y haciendo que de nuevo mi clítoris se pusiera al rojo vivo, como mis pechos.

Una sensación electrizante me recorría el cuerpo. Ahora la doctora me agarraba los pechos y me acariciaba el clítoris e incluso introducía un dedo dentro de mi rajita rehumedecida mientras me follaba el culo.

- ¡Vamos Zorrita! ¡Dile a la doctora que te vas a correr otra vez! ¿Lo ves como te gusta que te den por detrás?.-
- ¡Aaaaahhhh! ¡Síiiii! ¡Dame más! ¡Aaaaahhh!.-

Caí desfallecida sobre la camilla, con las piernas dobladas, sin fuerza para sostenerme. Ella seguía con aquello dentro de mi ano, con su mano en mi sexo y su otra mano en mis tetas, besándome la nuca, el cuello y la espalda.

-Perdona que te haya llamado esas cosas...ha sido una sesión maravillosa...ha sido fabuloso conseguir que te corrieras...Ahora ya te puedes vestir e irte a hacer el amor con tu maridito.- Me dijo. Marga me sonreía maternalmente desde el otro extremo de la habitación, ya con el uniforme puesto.

Me incorporé mientras la doctora se ponía rápidamente la bata y se abrochaba los botones. Yo no tardé en estar vestida también. Hicieron pasar a mi marido que estaba más despistado que un cateto en Madrid. Se sentó junto a mí. Yo la verdad es que estaba un poco avergonzada, por que no sabía si realmente me habían sometido a un tratamiento o me habían hecho una tortilla.

-Bueno...Nos ha costado pero al final...-
-¿Qué le pasa a mi mujer, Doctora?.-
-Su mujer tiene un corrimiento del erogénico hacia las zonas anales.-
-¡Ahhhh! ¿Y....Eso es grave?.-
-¿es usted tonto o qué?. Lo que quiero decirle es que a su mujer le gusta que le trabajen el ojete! ¡Coño! ¡Que no se entera!
-Pero eso...¿es posible?.-
-¡Joder! ¿Es que tengo que darle por culo otra vez para que Usted lo vea?.- La doctora luego se dirigió a mí -¡Dile, cariño! ¡Dile como has disfrutado y las veces que te has corrido! ¿Te has corrido?-

Mi cara se sonrojaba por momento -¡Si!.-
-¿Y cuantas veces?-
-¡Dos!.-
-¿Y cómo ha sido la segunda?.-
- Con....Con...¡Con una polla en el culo!.-

La cara se me puso del color de los tomates, mientras que mi marido se puso amarillo, pálido.

-¿Ve? Lo único que tiene usted que hacer es cambiar un poco sus hábitos sexuales y cuando más emocionante esté el tema, pues va usted y le mete el dedillo un poco, o le mete la punta de un plátano...cosas así.-

Mi marido extendió un cheque por el valor del precioso tiempo de la doctora y encima le dimos las gracias. Ella me miraba feliz y satisfecha. Al salir, sobre la mesita de recepción había una tarjeta con la dirección de la doctora, en ella había hasta un e-mail: al que os animo a que escribáis para contarle vuestros problemas sexuales. Si me escribís os lo mando.

Cogí la tarjeta de la doctora y la guardé contra mi pecho. Yo no se si la volveré a ver o no. Soy capaz de inventarme cualquier cosa para volver a ir a verla. Lo cierto es que desde que mi marido sigue sus consejos, tengo una relación plenamente placentera y feliz.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Valentina Zambrotta y su tremendo par de atributos que conmueven a cualquier hombre

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Valentina Zambrotta es la mujer del futbolista italiano Gianluca Zambrotta. Me pareció oportuno mostrar a esta bella iataliana con sus dos terribles atributos tallados por la propia madre naturaleza sin haber pasado por ningun quirófano.

Fotos de Valentina Zambrotta




miércoles, 10 de septiembre de 2008

Relatos Eróticos: La Doctora y la nueva Enfermera

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Por fin había encontrado un trabajo, me había costado varios años de exámenes pero lo había conseguido. Solo faltaban los trámites burocráticos para empezar a trabajar y el reconocimiento médico.

Aquella mañana, a primera hora, me dirigí a la dirección que me dieron, pregunté por el nombre de la Doctora que tenía asignada y esperé a que me llamaran. Estaba en la sala de espera leyendo alguna revista hasta que apareció una enfermera y dijo mi nombre. La acompañé, y fui con ella a varias habitaciones donde me hicieron bastantes pruebas. Dejando para el final el reconocimiento médico.

Era la primera vez que me hacían uno. Salió la doctora y me llamó, me hizo pasar a su despacho y me pidió que me sentara. Me hizo varias preguntas relacionadas con mis hábitos, enfermedades, etc. Lo veía todo muy normal, después de esas preguntas, me dijo con absoluta indeferencia:

- Desvístase y vaya a la báscula -señalando con el dedo en el otro lado de la sala.

Me empecé a quitar la camiseta, los zapatos, calcetines, pantalones y entonces tuve la gran duda, ¿me desnudo del todo? Ella no miraba, estaba anotando algo en mi informe. No lo pensé más y me quede completamente desnudo subido en una especie de báscula.

Había una cortina que separaba su despacho del resto de la habitación, donde estaba la camilla y el resto de aparatos.

Estuve un par de minutos desnudo, esperando que la doctora viniera hasta que preguntó en voz alta:

- ¿Estás listo?

- Si -contesté yo.

La oí levantarse, el ruido que hizo la silla al desplazarla de su mesa y los tacones que indicaban que se dirigía hacia mi. Arrastró la cortina a un lado y se quedó mirándome un par de segundos de la cabeza a los pies, recorriendo con su mirada mi cuerpo desnudo sin decir nada.

Allí estaba yo, completamente desnudo de frente a ella, tenía la sensación de que observaba mi cuerpo formado a partir de muchas horas de natación, que yo intentaba cuidar al máximo y que sin duda para ella debía resultar, al menos, atractivo.

- Bueno -me dijo- no era necesario que te quedaras completamente desnudo.

- No sabia si debía...espere que me pongo...

No me dejo acabar:

- No, déjalo, así está bien, pero espera que voy a cerrar la puerta porque no estaría bien que entrara alguna enfermera y que te viera así.

Se fue hacia la entrada y echó la llave en la puerta. Se giró y cuando se dirigía hacia mi pude notar como sus ojos se clavaban en mi entrepierna, lo cual hizo que me sintiera ligeramente nervioso, empecé a notar como mi polla se estaba poniendo morcillona.

- Ahora súbete en el peso...así...gírate...bien.

Me subí en el peso, me hizo girarme y quedé de espaldas a ella, que iba anotando en una especie de ficha los resultados que obtenía.

- Ahora ponte de frente...ponte recto que te mida...

Para medirme tenia que ajustar una especie de barra que chocaba contra mi cabeza, mientras que la ajustaba se puso a mi lado y su bata blanca de médico rozaba mi polla. Notaba como cada vez estaba más pegada y que le costaba ajustar la dichosa barra...

- Vaya parece que no quiere...ahora.

Cuando bajó los brazos una de sus manos chocó accidentalmente contra mi ya semi-erecta polla, lo cual hizo que reaccionara del todo y noté como empezaba a crecer y a ponerse dura como una piedra.

La situación era muy comprometida, no es que me asustara que me viera una mujer desnudo y con la polla erecta, pero si esa mujer era la doctora que tenia que firmar mi reconocimiento médico era algo que sí me preocupaba.

Evidentemente se dió cuenta del cambio, pero no me dijo nada, siguió con su trabajo...

- Ahora bájate y quédate aquí...

Se acercó a un armario y cogió los típicos utensilios que usan los médicos en estos casos. Empezó a hacerme algunas pruebas más mientras me preguntaba algunas cosas, yo continuaba con mi estado de excitación:

- Así que empiezas a trabajar ahora...

- Si.

- Hace falta gente, sobre todo gente tan joven como tú...¿practicas algún deporte? te veo tan fuerte y desarrollado.

- Si, natación

Ella seguía preguntándome cosas y anotando en la ficha. Hasta que hizo la pregunta que me temía:

- Bueno, veo que no se te baja, ¿estás muy excitado? ¿es por estar desnudo delante de una mujer?

- No se que me ha pasado - le contesté.

- Pues muy sencillo, te ha pasado que tienes una erección muy considerable y ya veremos como te puedes vestir luego. Anda, túmbate en la camilla que sigamos con el reconocimiento, y no te preocupes que esto es muy normal en chicos de tu edad...

Me tumbé en la camilla y empezó a cogerme las pulsaciones, la tensión, me empezó a apretar en el estómago, cada vez más abajo...

- Perdona, pero tengo que apartar tu pene para palpar mejor esta zona. ¿te importa?

- No, claro -balbucee-

Se puso un guante de látex y me cogió la polla delicadamente con dos dedos, apartándola y empezó a palpar con la otra mano. Así estuvo un tiempo hasta que se escapó y chocó contra su brazo.

- Vaya, si que la tienes dura, te la tendré que agarrar mejor...

Y me agarró la polla con toda la mano, como si de una empuñadura de tratara

- Así mejor...

Siguió palpando, yo notaba la presión de su mano y estaba excitadísimo pero no me atrevía a decir ni hacer nada.

- Pero bueno, fíjate tienes una gotita en la punta, eso es que estás muy excitado, lo mejor es que te relajes antes de que siga con el reconocimiento.

No sabia a que se refería hasta que empezó a meneármela, no podía creerlo, me estaba haciendo una paja. Primero desplazo la piel hasta abajo dejando visible todo el capullo, luego la subió y así sucesivamente, muy despacio al principio hasta que comenzó a hacerlo más rápido.

- Incorpórate y apoya los codos en la camilla...bien...quiero que me avises cuando vayas a eyacular porque no quiero que me manches...

Ella seguía haciéndome la paja mientras me hablaba:

- ¿Te gusta lo que te hago?...

No podía aguantar más, iba a correrme enseguida y se lo dije:

- Me...me corro...

Ella siguió meneándomela con fuerza, mientras veía como los chorros de semen saltaban de mi polla y chocaban contra mi pecho, la cantidad de semen que había sobre mi pecho era muy abundante. Me dijo que no me limpiara, que esperara un momento...

- ¿Te ha gustado? -preguntó.

- Si, mucho -contesté.

- Ahora quiero que me esperes tumbado en la camilla.

Se fue a su mesa y se sentó, la oí como llamaba por teléfono y le decía a su enfermera que cancelara todas las citas que tuviera para hoy y que entrara porque tenía que ayudarle a realizar unas pruebas a un paciente.

Eso quería decir que... iba a entrar en la consulta y yo estaba desnudo y con todo el semen esparcido por mi cuerpo. Me incorporé un poco y miré a la doctora, ella solo me sonrió y me dijo que estuviera tranquilo que todo iba a ir bien.

Llamaron a la puerta y cuando la doctora abrió apareció la enfermera, que quedó bastante sorprendida al verme en esas condiciones.

- Venga Pilar, -dijo la doctora- límpiale porque tenemos que repetir todas las pruebas, ¿has visto como se ha puesto?

- Si claro -contesto Pilar.

Se acercó a mi con un rollo de papel y empezó a limpiarme, estaba colorada como un tomate, sin duda no se esperaba encontrarse con esta situación...

- Venga Pilar, date prisa y déjale bien limpio...

La verdad es que yo no entendía demasiado aquello, pero Pilar se afanaba por dejarme lo más limpio posible, me limpió todo el cuerpo y cuando solo quedaban restos de semen en mi morcillona polla miró a la doctora pidiendo conformidad:

- Vamos, acaba ya, ¿nunca has tocado un pene? Se que es tu primer trabajo pero ya va siendo hora de que espabiles.

Me agarró la polla con mucho cuidado, solo con dos dedos y con la otra mano me la empezó a limpiar. La reacción fue casi inmediata y mi polla reaccionó, empezando a endurecerse. Pilar estaba nerviosísima y se le escapó la polla...

- Pero bueno, que haces!!! -le grito la doctora- si se la pones dura no vamos a poder hacerle la prueba...

Yo no sabia a que prueba se refería y empecé a pensar que todo era una trampa para Pilar, que era nueva, como yo y no podríamos decir nada sobre lo que estaba pasando.

- ...tienes que tratarla con más cuidado. Venga límpiala de una vez.

Pilar la agarró con más firmeza con toda la mano y empezó a limpiármela de nuevo, yo ya estaba completamente empalmado y la tenía durísima, sentía la mano de Pilar y como me limpiaba los restos de semen con delicadeza.

La doctora se acercó y se quedó mirando mi polla:

- Mira ahí le queda un poco de semen ya seco, humedécela para que salga bien pero no la sueltes...

Pilar no sabía que hacer para humedecerme la polla.

- Venga échale un poco de saliva.

No lo podía creer, Pilar se agachó sobre mi erecta polla y le dió un lameton a mi capullo.

- Ya que estás chúpasela entera y la dejas reluciente...

- Pero doctora -contestó Pilar- es que yo nunca...

- Nunca que?

- Que nunca he... que con mi novio nunca he practicado...

- ¿Que nunca se la has chupado? Pues ya va siendo hora.

Pilar se agachó y empezó a darme lametazos mientras yo creía estar en la gloria. La doctora se acercó y la cogió por la cabeza agarrándome por la base de la polla.

- Así... trágatela entera

Pilar tenía más de la mitad de la polla en su boca y la doctora le ayudaba para que se tragara más haciendo un movimiento de sube y baja con su mano.

- Sigue así...¿ves que fácil? la estas dejando muy limpia. Venga sigue así que te ayudo para que estés más cómoda.

Me fije como la doctora empezó a desabotonar la bata de Pilar.

- Espero que te hayas vestido como te tengo ordenado.

La doctora le continuaba desabotonando la bata. Me fijé que Pilar solo llevaba debajo de la bata el sujetador, las bragas y unas medias hasta el muslo, todo ello de color blanco.
La doctora le quitó la bata y Pilar se quedó casi desnuda mientras me la seguía chupando. La verdad es que para ser la primera vez no lo hacía nada mal.

- sigue chupando Pilar -le decía la doctora- verás como te gusta esto...

Cuando me fijé la doctora le había quitado el sujetador y aparecieron dos enormes tetas coronadas por dos oscuros pezones que apuntaban directamente hacia el suelo. Aquella visión desapareció cuando la doctora cubrió las tetas de Pilar con sus manos, las apretaba y jugaba con ellas, le pellizcaba los pezones mientras no dejaba de hablarla...

- Ves como te gusta esto...¿no decías que te gustaban los hombres?...ya tienes uno para ti sola, pero también tienes que darme placer a mi...yo te contraté a cambio de unos favores que ahora tienes que empezar a pagar...zorra.

Pilar no dejaba de chupármela cada vez más rápido y estaba a punto de correrme hasta que se apartó rápidamente de mi boca y dio un gemido. Giré la cabeza y aquella visión nunca la olvidaré, Pilar tenía las bragas bajadas, enrolladas a la altura del muslos y la mano de la doctora la estaba trabajando su coñito, un coñito peludo, negro que contrastaba con el color blanco de sus medias y bragas.

Pilar no podía seguir chupándomela porque estaba recibiendo los dedos de la doctora en su interior y le flaqueaban las piernas aunque seguía agarrándome la polla con su mano.

- ¿Te gusta lo que hago? -le decía la doctora- ahora si quieres que siga más tarde tendrás que hacer lo que yo te diga, puta.

Y según le decía esto continuaba jugando con su coñito mientras que con la otra mano le daba azotes en el trasero.

- Venir los dos conmigo...

Nos llevó a un sofá que tenía en la consulta y se desnudó por completo, pude apreciar el contraste de los dos cuerpos, el de Pilar se veía joven, con dos buenas tetas coronadas por dos pezones que desafiaban la gravedad y un coñito peludo, moreno. Mientras que el de la doctora era un poco más maduro, en el que sus pequeñas pero bien formadas tetas empezaban a decaer y su coñito casi depilado mostraba un rosa tatuada justo encima.

La doctora se sentó en el sofá y le hizo gestos a Pilar para que se sentara a su lado, le abrió las piernas y continuó jugando con su coño, mientras que Pilar cerraba los ojos y echaba su cabeza hacia atrás.

- Pilar, ahora vas a hacerme un trabajito, quiero que me comas el coño y tendrás como premio a este joven que el destino ha querido que venga hoy a la consulta. Vamos, ponte de rodillas...

-...y tu -me dijo la doctora- haz con ella lo que desees excepto el coño, el coño es solo mío.

La doctora agarró por la cabeza a Pilar y la acercó hasta su depilado coño.

- Vamos, comételo puta...

La cabeza de Pilar quedó encajada entre las piernas de la doctora mientras yo seguía de pie viendo como la doctora hundía la cabeza de Pilar entre sus piernas sin duda forzándola para que su lengua trabajaba más a fondo en su depilado y experimentado coño.

Decidí pasar al ataque, tenía la autorización de la doctora para hacer con Pilar lo que quisiera excepto su coño, pero aquello incluía su culo. Algo que mi novia nunca me había dejado probar, pero ahora tenía uno delante de mí, totalmente expuesto para mi.

Me puse de rodillas detrás de Pilar y contemplé su culito y su coño desde esa posición, una visión maravillosa, su coño se veía húmedo, sus labios abiertos que yo no podía tocar. Decidí chupar aquel culo, acerqué mi lengua a su agujero trasero y le di un lametón, Pilar lanzó un gemido, levantó la cabeza y se giró para decir un "no" que fue rápidamente contestado por la doctora. Le dio una sonora bofetada en la cara y volvió a sujetarla por la cabeza mientras le decía:

- No decías que te gustaban los hombres, pues ahora vas a comprobar lo que los hombres quieren de las mujeres. Sigue comiéndotelo...

Pilar volvió a lo suyo mientras yo empecé a chupar su agujero, ella intentaba contraer los glúteos para impedirme la entrada pero estando en esa posición lo tenía muy difícil, además recordé los azotes que le había dado la doctora y le di uno no muy fuerte.

- Eso, azota a esta zorra -me dijo la doctora- dale más fuerte y verás como se abre bien de piernas.

No lo pensé, el siguiente se lo di más fuerte y el siguiente aún más. Notaba como se relajaba más cada vez que recibía un azote, después de darle unos cuantos azotes y ponerle los dos cachetes rojos parecía totalmente entregada.

Volvía a jugar con mi lengua en su orificio y ahora no tenía ninguna oposición, al contrario, notaba como empezaba a moverse en círculos, sin duda le estaba gustando.

Decidí que era el momento de meterle un dedo por su estrecho y oscuro agujero.
Lo chupe bien y empecé a metérselo, poco a poco, sentía la presión de sus músculos y como este se abría paso, lentamente, la sensación era exquisita, mientras la doctora empezaba a gemir cada vez más fuerte, sin duda la lengua de Pilar estaba haciendo perfectamente su trabajo en el coño de la doctora.

Ya tenía el dedo completamente dentro, de vez en cuando le daba un azote y Pilar respondía moviendo sus caderas en círculo, parecía una auténtica zorra. Mi polla estaba a punto de reventar y decidí probar, me levanté y puse mi polla a la altura de su culo, pero los gemidos de la doctora me hicieron parar, sin duda se estaba corriendo apretaba con fuerza la cabeza de Pilar tanto con las manos como con las piernas y tenia los ojos en blanco, dio varios grititos muy cortos y se relajó encima del sofá soltando la cabeza de Pilar que no se atrevía a quitar la lengua del coño de la doctora por miedo a otra bofetada.

- ¿Ya la has enculado? -me preguntó la doctora.

- No, iba a hacerlo ahora mismo.

- Espera un segundo que vamos a encular a esta puta entre los dos.

Cogió del pelo a Pilar y la levantó obligándola a situarse a cuatro patas sobre el sofá, luego cogió un bote con una especie de gelatina que untó sobre mi polla:

- La verdad es que tienes una buena polla, vamos a ver como se abre camino en el culo de Pilar.

Me agarró la polla y me dirigió hacia el culo de Pilar, allí empezó a meter un dedo por el estrecho y angosto agujerito, que cada vez ofrecía menos resistencia a la penetración, cuando el dedo de la doctora entraba y salía sin dificultad metió otro más. Pilar movía sus caderas en círculos, sintiendo como la doctora se abría camino. La doctora decidió meter un dedo más y cuando éste entró Pilar dio un grito, al que la doctora acompañó de un sonoro azote en su nalga, que quedó completamente enrojecida.

- Creo que ya esta lista para recibir tu polla, acércate...

La doctora me agarró la polla y la acercó a su agujero, apoye el capullo y empecé a empujar lentamente, notaba como entraba, sin duda ayudado por la crema que la doctora había utilizado. Según iba entrando los quejidos de Pilar iban en aumento...

- No, no, noooo...espera...no...sácala, sácala...

La doctora le propinó otros dos azotes:

- Cállate puta y recibe con dignidad tu premio.

Tenía los cachetes del culo al rojo debido a los azotes que le habíamos dado. La doctora me dijo que siguiera empujando mientras el cuerpo de Pilar se contorneaba cada vez que recibía un centímetro más de polla, había dejado de gritar pero sin duda lo estaba pasando mal. Cuando entró el capullo completamente dio un suspiro y note como la presión sobre el mismo cedía, lo peor para ella había pasado, aunque todavía faltaba por entrar el resto de mi polla.

Tenía miedo de hacer daño a Pilar pero la doctora me agarro las pelotas y me dijo que empujara, las piernas de Pilar empezaron a temblar, sin duda debido al castigo que estaba recibiendo su culo. La doctora bajó su otra mano al coñito de Pilar y empezó a jugar con su clítoris para relajarla un poco. Mi polla estaba a punto de entrar en su totalidad y la doctora me pidió que empezara con el mete-saca.

Empecé despacito pero la sensación era tan agradable que aumenté el ritmo y cuando me quise dar cuenta estaba bombeando con todas mis fuerzas, el culo de Pilar admitía todos mis embites y la doctora estaba disfrutando viendo como su enfermera era sodomizada.

La doctora se sentó delante de Pilar y abrió las piernas:

- Vamos, comételo mientras te rompen el culo y tú dale unos cuantos azotes a esta guarra que parece que le va gustando esto...

Pilar empezó a comerse el coño de la doctora mientras yo seguía enculándola, empujando cada vez con mas fuerza y más rápido, estaba a punto de correrme. Además seguía las instrucciones de la doctora y comencé a azotar a Pilar, aquello me gustaba.

Oí los jadeos de la doctora mientras Pilar le comía su coño y la visión de mi polla entrando y saliendo de aquel hermoso culo hizo que me corriera dentro del mismo, solté todo el esperma dentro de aquel agujero y dejé de azotarla. Mientras Pilar seguía con su trabajo y la doctora se pellizcaba los pezones, saqué la polla y vi como restos de mi semen salían de su culito y chorreaban por sus piernas, la doctora empezó a gemir y se corrió en la boca de Pilar otra vez.

Pilar estaba extenuada, la doctora la ordenó tumbarse y le dijo que había llegado el momento de que ahora disfrutara también ella, yo me senté en una silla a contemplar el espectáculo.

La doctora extendió los restos de semen que salían del culo de Pilar por sus piernas y luego introdujo los mismos en la boca de Pilar que los chupara y los limpiara, el coño de Pilar estaba totalmente abierto y húmedo, desde mi sitio pude comprobar como la doctora estaba jugando con su clítoris, hasta que hundió su cabeza entre las piernas de Pilar y esta comenzó a gemir, sin duda estaba deseando que alguien se ocupara de su fuente de placer.

La doctora estaba haciendo un gran trabajo, así lo demostraban los gemidos de Pilar, creo que debió de correrse un par de veces en la boca de la doctora aunque ésta no dejaba de saborear tan delicioso manjar.

La doctora levantó su cabeza de las piernas de Pilar y me ordenó que le chupara el culo, eso sí, me dejó claro que nada de polla, solo chupar. Obedecí y tuve el enorme placer de saborear su culo, su agujerito se dilataba cada vez más y gustosamente le hubiera metido la polla pero no quería arriesgarme a que se enfadara conmigo.

Después de algunos minutos en aquella situación la doctora se retiró y se sentó encima de la cara de Pilar, para que ella le devolviera el placer que antes le había dado y me dijo:

- Fóllate a esta puta, métesela por el coño y llénala con tu esperma.

Pese a que me había corrido un par de veces, chuparle el culo a la doctora me había excitado y estaba de nuevo en forma, ahora tenía la oportunidad de follarme en condiciones a Pilar y no iba a despreciarlo.

Le entró con mucha facilidad, y la empecé a bombear con fuerza, me corrí dentro de ella llenándola por completo como me había pedido la doctora. Mientras que Pilar seguía proporcionándole placer con su lengua y sus labios.

Me retiré a un lado y espere a que acabaran, la doctora se tumbo al lado de Pilar y empezó a jugar con sus tetas y sus pezones, sus manos subían y bajaban del pecho a su coñito, recorría todo el cuerpo de Pilar y esta empezó a hacer lo mismo con ella.

La doctora me invitó a que me vistiera y me marchara, me pidió el número de teléfono para llamarme en otra ocasión.